Verónica se suicidó por video sexual filtrado en su trabajo, dejó 2 huérfanos pequeños y un esposo devastado por el escarnio social.
Verónica Rubio, trabajadora de Iveco en Madrid, se suicidó tras la difusión no consentida de un video íntimo entre sus compañeros de trabajo.

El material, grabado años antes, circuló masivamente en la fábrica de camiones CNH Industrial, donde laboraban más de 2,500 empleados.
Rubio, de 32 años, madre de dos hijos, no soportó la presión social ni el acoso laboral que siguió a la viralización del video.
La víctima no denunció formalmente, pero expresó su angustia a colegas cercanos, quienes relataron su desesperación y aislamiento progresivo.
Autoridades investigaron el caso sin éxito
El caso fue investigado por la Guardia Civil y la Policía Nacional, pero no se identificó al responsable de la filtración.
La justicia española cerró el expediente sin culpables, argumentando falta de pruebas y ausencia de denuncia por parte de la víctima.
El suicidio de Verónica Rubio reabrió el debate sobre violencia de género digital y la responsabilidad de las empresas ante estos hechos.
Expertos en psicología señalan que la vergüenza, el miedo y la culpa suelen dominar a las víctimas de violaciones de intimidad.
La empresa Iveco fue criticada por no actuar con celeridad ni brindar apoyo emocional a la trabajadora afectada.
El caso inspiró la serie “Intimidad” de Netflix, que aborda las consecuencias sociales de la difusión de contenido sexual sin consentimiento.
Organizaciones feministas exigen leyes más estrictas contra la pornovenganza y protocolos laborales para proteger a las víctimas de acoso digital.
La historia de Verónica Rubio se convirtió en símbolo de una lucha pendiente: garantizar justicia y reparación ante la violencia tecnológica.
Su memoria impulsa campañas de concientización sobre el respeto a la intimidad y el impacto devastador del ciberacoso.
España enfrenta el reto de legislar con perspectiva de género en entornos digitales, donde la impunidad aún prevalece.
La tragedia de Verónica Rubio no debe repetirse. Su caso exige acción, empatía y responsabilidad colectiva.